31 de diciembre de 2011

Las obligaciones sociales: pasarlo bien

En épocas previas existían puntuales obligaciones sociales, pero de gran calado. Además de asistir a la iglesia los domingos, los consabidos símbolos de duelo, las muestras de acompañamiento y solidaridad (social, no personal) y por supuesto las consabidas inherentes al género. Y una gran separación de la vida privada y la pública.
En los pueblos y en las pequeñas provincias duró más tiempo; en las grandes ciudades se disolvieron en la imposibilidad y disolución de paricularidades ante la masa social (vamos, que era más difícil apuntar con el dedo, sobre todo en barrios grandes donde la oferta eclesiástica, por ejemplo, era mayor).
Esas obligaciones han pasado, han desaparecido (al menos en superficie, sin ahondar, por supuesto). Lo curioso es que hemos sustituido esas obligaciones sociales (que nos eran impuestas desde el exterior, incluso desde las instituciones de la época) por otras de carácter aparentemente voluntario, menos hondas, de aparente menor calado, pero que nos controlan aún más.  Y es que ahora tenemos la enorme obligación de divertirnos, y además, de demostrárselo a los demás.
No sólo estamos obligados a saber de todo eso que llamamos “cultura popular” y que incluye deportes, política (últimamente otra suerte de deportes) escándalos (si son monárquicos, mejor) programas televisivos, personajes estrafalarios televisivos, marcas, lugares de moda…y un largo etcétera que nos permita tener conversaciones banales (cuantas veces no pude participar en una conversación por no ver Gran Hermano o similar). También estamos obligados a divertirnos. Pero divertirnos de una manera que se pueda demostrar, a ser posible que plasmemos en fotografía y podamos acompañar de un pie de página. Es decir, una diversión bajo parámetros, una diversión demostrable en todo caso. Que se pueda reflejar en internet, en la red social que hayamos elegido como escaparate (social).
Así, no salir en una fiesta señalada significa no cumplir con la obligación social de “pasarlo bien”. El “terror” a ser un aburrido si uno no sale, o peor, si uno se va pronto. Ese (o esa) está desperdiciando los mejores años de su vida, se hace viejo antes de tiempo (recordemos la presión de la juventud eterna) y pierde popularidad.Significa que ya no saldrás en la foto de grupo de Facebook (esa en la que siempre sales con los ojos cerrados) ni podrás poner de estado “Que fiestón” aunque todos saben (menos el que se fue pronto) que se aburrieran hasta los gatos.
Años antes ibas al pueblo de tu abuelo y no había más. Era algo agradable, o no, familiar o no, pero privado. Ahora es un “Entrañable fin de semana en el corazón de Castilla”, a ser posible con foto de perro u oveja (dependiendo de la suerte) despistado incluido, para que se vea que es verdad. Y cuanto más hagas, y sobre todo, cuanto más ruido hagas sobre ello, mejor será (aparentemente) tu vida. No importa que sea lo que te apetezca en ese momento, que prefieras algo más individual o privado. Lo que no se ve no existe, no se puede opinar, y por tanto, interfiere en la presentación que hacemos como seres sociales.
Así, nos obligamos a salir aunque no queramos, a hablar con gente en estas fiestas con la que nunca jamás hablaríamos. Nos creamos además la necesidad del autoconvencimiento, de convencernos a nosotros mismos y a los demás de lo bien que nos lo pasamos saliendo, trasnochando, bebiendo, aunque no sea lo que nos apetece. Porque si lo reconocemos por error delante de otro podemos pasar por aburridos y disminuir puntos en nuestra absurda posición social (de los más divertidos, de los más alcohólicos, de los más aventureros).
En definitiva, parecemos estar acostumbrándonos a vivir acorde a unas obligaciones sociales (voluntarias en apariencia) que nos someten a una gran presión, y que pueden llegar a estresarnos. Así gastamos gran cantidad de nuestro tiempo, de nuestra vida, en divertirnos acorde a la figura que parece haberse establecido como “apropiada”.¿No perdemos demasiado tiempo en aparentar pasarlo bien en ocasiones en las que no es lo que nos apetece?