2 de febrero de 2012

Efectos no queridos de los Vendedores de Humo

Hay momentos en los que te das cuentas de que todo el mundo intenta ser vendedor de humo.
Vendedores de imágenes de sí mismos, de lo que aspiran a ser y quieren que vean los demás, vendedores de cómo desean ser vistos. No necesariamente imágenes de sí elaboradas y complejas, sino fruto de la necesidad del momento, resultado de la necesidad de sentirse deseados, envidiados o admirados. Intentan engañarte a tí, que les sigas y les acompañes en su autocreación. Pretenden engañarte vendiendo lo que no son, mostrando su necesidad y valía. Dando la carta presentación no solicitada. Excusa no solicitada, culpabilidad manifiesta. Una exagerada pretensión de mostrarse fuertes y vitales puede ser escondite de la debilidad y el cansancio eterno. Bondad propia ensalzada, envidia y mala fe. En ocasiones es más simple, la demostración retórica (solo mediante retórica) de una concreta idea deseada de ser, de ser vistos "como". Cartas de presentación de un producto que no consiguen vender, porque en el fondo, no creen en él.
En algún momento todos podemos convertirnos en vendedores de humo, vendiéndonos bajo envoltorios de papel de seda y lazos del color del poder, pretendiendo dar una imágen de lo que no sabemos que somos, pero quisiéramos ser.
Somos vendedores de nosotros mismos, y no nos vendemos humo sino a nosotros mismos. Creer en la imágen proyectad puede ser peligroso. El efecto secundario no deseado de no saber quien somos, o de saberlo sin poder aceptarlo.
Da igual el color o lo que brille; sólo es humo.