23 de septiembre de 2011

La Autoexigencia

Nos exigimos mucho a nosotros mismos. Continuamente. No es algo temporal. Le exigimos a nuestro cuerpo un aguante infinito, de horas y horas de actividad. Exigimos tener la mente fresca mientras agotamos nuestro cuerpo, nuestro espíritu, mientras acabamos con nuestras ganas de lo que realmente nos apetece.
El Red Bull y el café son nuestros mejores amigos (déjate de perros y diamantes).
La publicidad nos habla de la figura de la super mujer, del super hombre. Personas que salen de casa perfectas y sin sueño, aguantan agotadoras jornadas laborales sin perder la sonrisa, vuelven a casa, cocinan, van al gimnasio, cuidan de sus hijos. Y están siempre perfectos.
Nos exigen tener estudios, idiomas, conocimientos de informática, de programas abstractos y concretos. Y si es posoble voluntariado. Ah, y ser jóvenes. Y mantenernos jóvenes, saber del panorama actual, estar delgados y con aspecto atractivo. No sólo interiorizamos las exigencias externas, sino que a ser posible le añadimos alguna cosita más, por eso de la eficiencia y la eficacia con nosotros mismos.
Nos autoexigimos triunfar en el trabajo, ser brillantes, mantener nuestro cuerpo en forma, tener hobbies, ser la estrella de las fiestas, inefables cocinillas y grandes maestros de vete a saber qué arte extraordinario.
Y me pregunto dónde quedamos nosotros. Cuando el despertador es mi peor enemigo, mi trabajo me desanima, el gimnasio está demasiado lejos y opto por el sándwich yo me autoexijo saber si es que me equivoco yo o es que se equivoca el resto de ese super mundo.

1 comentario:

  1. Confórmate con que hay gente que se forra en la televisión y ni saben escribir. Para ello sólo tienes que ser retrasado, saber mentir, gritar y hablar mal de los demás.

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