Ayer ví a una mujer llorando en el vagón del metro. Tendría unos 40 años (¿más?, ¿menos?) Era gruesa y morena, de cara agradable. Iba sentada, escuchando música y con los ojos cerrados. Era un llanto de esos silenciosos, de los que sólo caen lágrimas pero que no alteran los gestos. Era llanto de dolor, no de desesperación, creo que ni siquiera de pérdida. Pero eso es lo que me pareció a mí.
Quise, pensé, ofrecerle un pañuelo. Pero no tenía. Me hubiera gustado ofrecerle algún tipo de consuelo. Sentí tanta pena, y la necesidad de decirle algo, cualquier cosa. Pensé en ofrecerle un dulce, ese tipo de cosas que te dan un poco de dulzura cuando no sientes ninguna. Pero tampoco tenía. Y pensé ofrecerle simple contacto. Apretar su brazo, tocar su mano. Porque pensé que a mí me hubiera dado algún tipo de consuelo. Un apretón de mano, una sonrisa de comprensión, porque todos lloramos y somos capaces de entender el dolor de los otros, ni siqueiras las causas, pero sí la sensación de pena. Pero pensé, tanto pensaba yo, que igual le molestaba, que tal vez se asustase con sus ojos cerrados, que lo sentiría como una intromisión en su intimidad. Vamos, que me dió miedo, me dió vergüenza, me busqué excusas y no lo hice. Así que yo me quedé con mi vergüenza y ella con su tristeza y la soledad que se siente en esos momentos.
Claro que somos una sociedad individualista, pero no es que no nos importen los demás. Es que tenemos demasiado miedo, demasiada vergüenza, y estamos solos en compañía.
La recordaré tiempo, seguro que volveré a acordarme de ella, aunque olvide su cara o la linea de metro. Pero se me quedará la sensación de que no hice nada por intentar ofrecer consuelo.
Para mí, no pasa de ser una anécdota, aunque extrapolada a una conducta social habitual. La indiferencia por extraños está definida por la cultura, te lo digo porque he estado en otros sitios dónde la indiferencia por un desconocido (aunque este sufriendo) es extrema. (Este hecho tiene respaldo científico en la rama de psicología social).
ResponderEliminarEn mi caso dependiendo de la ocasión evalúo si la invasión de la intimidad podría considerarse ofensiva, en ese caso me mantengo al margen (cómo hago esa evaluación excede este comentario). Habitualmente, me he sentido bien por ayudar a un desconocido.