El problema de hacer una carrera en España es el miedo al después, y el total desconocimiento previo de que enseñan esas carreras. No sólo ahora, que no hay trabajo y ya sabemos que hacer una carrera es retrasar el tiempo de incorporación en el mercado laboral. También años atrás.
Gran parte de culpa la tienen los propios institutos, que informan escasamente sobre las opciones educativas posteriores. Y es que la responsabilidad de informador recae en una persona particular, el profesor o el orientador. Pero estos no tienen por qué conocer el panorama total de opciones, y así tienden a difundirse aquellos estudios u opciones que se conocen, lo que limita el acceso a determinados estudios. Además algunos profesores y orientadores se consideran en el derecho de decidir qué aptitudes tienen los alumnos para desmotivarles incluso a seguir estudiando. Siguiendo la línea del tan criticado sistema alemán o americano, donde un test decide tus aptitudes. Criticamos ese sistema, pero aquí ese test es sustituido por una persona, que no siempre es imparcial, que no siempre conoce los recursos y opciones disponibles o las necesidades del mundo laboral, y que, si bien esto no es lo habitual, no siempre basa sus recomendaciones en buenas intenciones. Sí, he llegado a conocer profesores desanimando a alumnos muy capaces por pura enemistad, cuando debieran haberse centrado en sus propias capacidades pedagógicas. Una de las perversidades del poder, simplemente. Y muestra del abandono institucional de los centros educativos, que se convierten en pequeños imperios aislados donde profesores y alumnos deben apañárselas como puedan.
Los foros educativos y ferias se limitan a promocionar la universidad en sí (ese supermercado educativo) pero no las disciplinas. Es fácil encontrar en estos stands a personas que hacen función de comercial más que de informador. Y hay gran diferencia entre informar y vender.
Hace pocos años hacer una carrera era la continuación del periodo educativo. Hoy también lo es. Para algunos era una gran etapa de aprendizaje de juegos de cartas. A Bolonia no le gustan las cartas, y eso en parte es una suerte para los alumnos. Poco apreciada, eso sí.
Para los que iban a clase (al menos de vez en cuando) los primeros años eran etapa del desconocimiento y el sentimiento de pérdida. Hoy sucede exactamente lo mismo. En primer curso de la mayoría de carreras no se sabe muy bien de qué trata la cosa. De ahí el gran nivel de abandono. Además, en las carreras más teóricas, el primer año es la sucesión de teorías explicadas por quienes las conocen muy bien, tan bien, tan bien, que omiten datos básicos de comprensión y se limitan a dar una interpretación personal cargada de equipaje ideológico. El resultado es que se pasa por la licenciatura (ahora grado) conociendo el nombre de los autores y poco más. Pero sin haberlos leído.
Curiosamente, ni siquiera recuerdo como obligatorio leer libros de esos autores, sino interpretaciones que supuestamente lo hacían más sencillo. O trozos, pedazos de las ideas del autor en cuestión. Manuales que hacían resúmenes, referencias a los autores, pero no los propios autores en sí. Dependiendo, además, del profesor o especialidad, se ahondaba en unas teorías u otras. Repetir una asignatura con un profesor/a diferente, era un mundo nuevo.
El resultado es el desconocimiento total de los supuestos pilares teóricos de esas materias. Lo que impide, a posteriori, analizar con independencia ideológica los discípulos y los autores contemporáneos. Hacer una carrera no supone sinónimo de conocimiento entonces. Se exigen cantidades ingentes de trabajos, probablemente muy en la línea investigadora del profesor/a de turno, pero que proporcionan escasa autonomía para enfrentarse a la materia. Se llena el tiempo de estudio cumpliendo una serie de tareas programadas, lo que desanima a indagar más sobre el acuñador de la teoría en sí.
Correcto. Te lo dice una persona que está en la universidad (a distancia) por amor al arte digamos. No sé a quién oí decir que la universidad era un fábrica automatizada de personas con una titulación (o algo así). El mensaje que intenta transmitir es que te metes en unos pasillos, como una rata en un laberinto, mueves una serie de palancas y llegas a la bolita de comida, con tu título bajo el brazo y sabes menos que cuando entraste.
ResponderEliminarEl estudio estricto intrínsecamente motivado por el afán de conocimiento y descubrimiento, no sé si ha muerto o por lo menos aquí no lo he visto, profesores objetivos, y alumnos que leen referencias en casa quedan muy pocos, y el sistema los va aplastando hasta meterlos junto con las otras ratas, viviendo en unos pasillos cada vez más estrechos y con menos palancas y más atajos.